sábado, 2 de diciembre de 2017

EL CASTELLANO MÁS ANTIGUO

Original del Cartulario de Valpuesta (siglo IX) en el Archivo Histórico Nacional.
Original del Cartulario de Valpuesta (siglo IX) en el Archivo Histórico Nacional.
Bajo una helada del demonio y la mirada escrutadora del arcediano, el pobre monje, temeroso de Dios y de que le tiemble el pulso, copia lentamente en su scriptorium la relación de bienes que generosos donantes han regalado al monasterio. Traza con una pluma de ave mojada en hollín desleído en agua:
“Kaballos”. Donde tenía que poner, o donde hasta entonces ponía, “Caballum”.
Luego escribe: “Molino”. No “Mulinum”. Y “Calçada”, y no “Calciata”. “Pozal”, en lugar de “puteale”. “Iermanis” en vez de “frater”.
En su escritorio y en el de otros monjes, el latín vulgar deja de serlo para convertirse en lengua romance y, más allá de eso, en chispazo de lo que mil años más tarde llamaremos “el español”. Un latín torpe y corrompido por el habla que empieza a desplegarse en los campos y en los mercados, en las iglesias y en los burdeles, abre paso a un idioma nuevo.

Aquellas palabras que cambiaron la lengua

BORJA HERMOSO
Son numerosos los ejemplos de palabras que, como recogen los Cartularios de Valpuesta, pasaron del latín vulgar a la lengua romance origen del español entre los siglos IX y XII. Estas son algunas:
Cuenca, en lugar de conca.
Fuero, en lugar de forum.
Fresno, en lugar de fraxinum.
Concejo, por concilium.
Piele, por pellem.
Madera, en vez de matera.
Algunos ejemplos concretos de contexto de este tipo de trasvases idiomáticos:
Año 939: una mujer de Alcedo (Álava) de nombre Guntroda dona al monasterio de Valpuesta una viña y en cambio le viene dado un potro castano et una piele (un potro castaño y una piel). Potro deriva del latín pultrus.
Año 944: aparece kasa en vez de domus; capo (cabezal) en vez de caput; matera (madera) en vez de lignum; eglesia en vez de ecclesia; carne en vez de caro; serna en vez de senera; ganato en vez de pecus.
Año 950: Manzanos en vez de pomíferos o pomares; perare (peral) en vez de pirus; y surgen voces como cassios (quesos) o iermanos (hermanos).

Pongamos que hace de esto 1.200 años. Estamos en el arcedianato de Santa María de Valpuesta, en lo que hoy es el nordeste de la provincia de Burgos, a 20 kilómetros de Miranda de Ebro y 45 de Vitoria. Allí, en un lugar que hace más de un milenio fue cabeza de diócesis y hoy alberga una aldea minúscula en el valle burgalés-alavés de Valdegovía, los curas escribas lo anotan todo en unas finas vitelas (piel de ternera o cordero nonato): son las cosas relacionadas con la agricultura, la ganadería, los ropajes, los alimentos, las relaciones sociales, los accidentes geográficos… Son los llamados Cartularios de Valpuesta, también conocidos como Becerros de Valpuesta: según algunos de los mayores expertos en la historia del idioma, las primeras dataciones de voces y grafías en español, anteriores incluso a las Glosas Emilianenses y Silenses.
El Becerro Gótico (o Antiguo) consta de 187 documentos escritos en diferentes momentos por más de una treintena de escribanos entre 804 y 1140. El Becerro Galicano contiene 138 cartas del libro antiguo y tres que no constan en aquel. Todas ellas fueron copiadas —digamos que pasadas a limpio— por el canónigo de Valpuesta Rodrigo Pérez de Valdivielso, en 1236. Es el auténtico disco duro de los primeros balbuceos del español: la copia de seguridad que los monjes de Valpuesta guardaban y actualizaban día tras día sobre todas sus posesiones y privilegios.
Ahora, y por vez primera, estos documentos imprescindibles sobre la evolución del idioma, fijados entre los siglos IX y XII y cuyos originales dormitan en la sección de Clero Regular del Archivo Histórico Nacional, resucitan en forma de clon: la versión facsímil que la editorial burgalesa Siloé está a punto de publicar, con una tirada de tan solo 898 ejemplares y una fidelidad al original que hace difícil distinguir cuál es cuál. “El mayor reto es transmitir al público la edad del pergamino y de la vitela, transmitir esa vejez, que es una vejez dispar, además: documentos del siglo IX mezclados con otros del siglo XI o XII, copiados por diferentes escribanos o monjes. Y como dificultad técnica, imitar unos registros de lengüeta que no habíamos visto en otros libros ni en otros códices, y que son una especie de marcapáginas muy complicados de reproducir”, explica Juan José García, cofundador y editor de Siloé junto a su socio Pablo Molinero. Esta edición de los Cartularios de Valpuesta, que verá la luz en febrero y cuyo coste rondará los 4.000 euros, les servirá como fiesta de celebración: la de los 20 años recién cumplidos.
Detalle del clon de uno de los cartularios
Detalle del clon de uno de los cartularios
El sacerdote franciscano Saturnino Ruiz de Loizaga (Tuesta, Álava, 1939) pasa por ser el mayor especialista vivo en el tema. Este experto en temas medievales, teólogo, paleógrafo y archivero del Vaticano vive hoy en Roma. Desde allí explica: “Muchos de estos vocablos constituyen las primeras indicaciones o menciones del idioma castellano. Sin lugar a dudas, las primeras voces escritas en lengua romance se encuentran en el Becerro de Valpuesta”. Ruiz de Loizaga explica así la génesis de los cartularios: “Los escribanos de Valpuesta pretendían redactar todos los documentos en latín; pero, por una parte, carecían del conocimiento profundo de este idioma e incurrían en errores imputables a la lengua que hablaban; y, por otra, se veían forzados a utilizar esta última cuando tenían que consignar términos no latinos o cuyo equivalente latino desconocían”.
Sin ánimo de controversia, el teólogo y paleógrafo alavés no duda en confrontar los papeles de Valpuesta con las Glosas Emilianenses, reivindicadas tradicionalmente como origen del español: “Ramón Menéndez Pidal pensaba que las Glorsas habían sido escritas en la segunda mitad del siglo X; pero esa datación no se puede sostener hoy. Las Glosas Emilianenses son probablemente de la segunda mitad del siglo XI, mientras que varias actas del cartulario de Valpuesta se redactaron en el siglo X y puede que alguna en el siglo IX”.
La Real Academia Española (RAE) tomó cartas en el asunto hace seis años. En noviembre de 2010 editó en dos volúmenes los Becerros Gótico y Galicano de Valpuesta, en colaboración con el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua. Los autores del trabajo sostienen en él que los documentos del monasterio burgalés incluyen “términos que son los primeros vestigios del castellano y los más antiguos encontrados hasta ahora”. Desde el otro lado del teléfono, el entonces vicedirector de la RAE José Antonio Pascual, que lleva actualmente las riendas del Instituto de Historia de la Lengua de La Rioja, explica así la relevancia de los Cartularios: “Hasta el siglo XIII prácticamente no se escribe en lengua romance, así que estos documentos, que son de los siglos IX, X, XI y XII, son importantísimos, ya que en esos siglos van surgiendo muchas palabras y grafías, muchos gestos de escritura que van detectando cómo es el romance de esos momentos”.
El académico salmantino dice que espera con impaciencia la primera edición facsímil de los Cartularios: “Una edición facsímil, un clon, es de un valor extraordinario para los filólogos, los historiadores y los paleógrafos, porque podemos comprobar si algunas lecturas de aquellos documentos pueden cambiarse o no”. ¿Y las controversias político-culturales entre el Gobierno de La Rioja y la Junta de Castilla y León sobre si son las Glosas o los Cartularios los documentos que han de ser citados como chispazos primigenios del idioma?: “Explotar estas cosas es un disparate, atiende sobre todo a razones políticas y turísticas y da mucho juego pero evidentemente los filólogos no podemos pararnos a pensar en eso. Hay personas que siempre quieren salir en la foto diciendo ‘aquí nació el español’. Pues muy bien, pero los filólogos pasamos de eso”.

Las primeras palabras escritas en castellano

https://franciscojaviertostado.com/2016/04/04/las-primeras-palabras-escritas-en-castellano/


¿Cuál es la lengua materna que más hablantes tiene en el mundo? No, ni el inglés ni el español, se trata del chino mandarín y con diferencia. Si preguntara por “el mejor trabajo literario jamás escrito” o por una de las obras más importantes de la literatura universal, puede que muchos más acertáramos, Don Quijote de la Mancha, del genial Cervantes y publicada a principios del siglo XVII.
Hoy el castellano es hablado en veintitantos países por unos 400 millones de personas, y su origen lo encontramos al inicio de la Reconquista, en un valle entre las provincias de Burgos y Álava, concretamente tras los muros de un monasterio amanuense fundado en el año 804, diócesis de la zona oriental del reino cristiano de Asturias, en el pueblo burgalés de Valpuesta.
Los romanos propagarían el latín por todas las provincias de Roma e Hispania no era una excepción. Los cántabros serían los últimos en romanizarse y las hablas peninsulares desaparecieron, excepto el vasco, que resistió. Pero tras la caída del Imperio Romano, la llegada de los bárbaros y la invasión musulmana, gentes de distintas etnias del norte del alto Ebro se hermanaron dando lugar a comienzos del siglo IX lo que después se conocería como Castilla, la antigua Bardulia (Castilla Vétula). En ese tiempo la gente de la zona comenzaría a hablar en una lengua romance conocida como castellano, una evolución del latín vulgar que era el que trajeron los soldados y colonos romanos y el que se hablaba en Hispania, resultado también de la mezcla cultural entre godos, cántabros, mozárabes y muchos otros. El castellano acabó imponiéndose a las otras lenguas romances peninsulares (catalana, aragonesa, astur, gallego-portuguesa), propagándose e imponiéndose con la Reconquista.
El documento escrito en dialecto romance astur-leonés más antiguo corresponde a una nota escrita en el que se menciona una lista de quesos, del monasterio de Santos Justo y Pastor de Ardón de Esla (año 980); en navarro-aragonés, en su variedad riojana -más que en castellano- se encuentra en las “Glosas Emilianenses” de San Millán de la Cogolla en la Rioja, más de mil en total, escritas en el siglo XI y no en el X como se pensaba hasta hace pocos años. Son anotaciones marginales y entre líneas en el códice latino Aemilianensis 60, con la intención de resolver dificultades en la compresión del texto latino. Actualmente se encuentra en la Academia de la Historia de Madrid y como curiosidad decir que aparecen en dos breves glosas el testimonio escrito no epigráfico más antiguo del euskera.
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Página 72 del Códice Emilianense 60 de San Millán de la Cogolla. La glosa está al margen de la página y entre líneas también hay anotaciones. Haz clic en la imagen para ampliarla.
Son  los “Cartularios de Valpuesta” llamados también “Gótico” y “Galicano”, los más antiguos, del siglo IX, en lo que se considera una “fase arcaica del romance propiamente castellano”. Estos cartularios son códices que recopilan documentos manuscritos que registran donaciones de bienes materiales (ganado, tierras…) de particulares al monasterio a cambio de bienes espirituales como misas en su memoria o un entierro en su suelo. Escritos en latín vulgar, intercalan términos en romance castellano arcaico (protorromance), siendo los más antiguos de los años 804 y 844. En la actualidad se conservan en el Archivo Histórico Nacional de Madrid (nº 1166B y 1167B)
Valpuesta_-_Colegiata_de_Santa_Maria_02
Colegiata de Santa María, Valpuesta (Valle de Valdegovía, Burgos)
Hasta hace bien poco se consideraba a San Millán de la Cogolla como la “cuna del castellano”. Gonzalo de Berceo, el primer poeta en romance castellano estuvo vinculado al mismo, y las glosas del famoso códice 60 son uno de nuestros mayores tesoros lingüísticos. Pero a pesar de ser un centro histórico y cultural sin igual la evidencia muestra que el castellano, antes de llegar a tierras riojanas, llevaba siglos hablándose en el alto Ebro.
Puede que en un futuro aparezcan otros documentos escritos en ese castellano primitivo más antiguos que estos, pero no hay lugar a dudas de que son el germen del antiguo romance castellano, el castellano posterior y el actual español.